martes, 8 de enero de 2013

Cuando duermen las princesas

Adicto a ti
Despertamos por la mañana con los balbuceos de nuestro bebé. Nos acercamos a su cuna. Está mirando a su alrededor. Cuando encuentra nuestras miradas, ríe. Nosotros reímos más. Una gran forma de comenzar el día. Lo que sigue es ya un bucle encadenado. Preparas el biberón, numerando los cacitos de fórmula, en cada uno pensando en no perder la cuenta. Abre sus labios dibujando un bellísimo óvalo cuando ve la tetina del biberón frente a ella. La primera comida del día suele hacerla muy tranquila. A mitad de la toma, ya calmada su hambre, cambio de pañal, entre juegos y risas. Termina su alimento líquido para pedir sus mimos, su juego, su balanceo... Si Neruda adelgazaba sus palabras para que su amada le prestara oídos, nosotros aflautamos ridículamente las nuestras para que  nuestra pequeña nos regale unas sonrisas. Ya es muy mayor, más de cuatro meses, así que el sueño que sigue al alimento cada día nos da menos minutos de pausa. Y vuelta a empezar. Contar cacitos Labios que dibujan a veces un óvalo, otras, un corazón. Alguna tos. Nena, que no es "robao". El mundo se para cuando nos sonríe. Protesta cuando no quiere rendirse al sueño que la invade. Duerme. Un almuerzo rápido para los adultos y el balbuceo nos hace girar la cabeza hacia ella otra vez, antes de que haya llegado la sobremesa. Y la rueda gira otras tres veces más. Entre ellas, encajar el baño. Cuando se puede, la cena. Casi siempre, antes de la última vuelta, las carcajadas que más felices nos han hecho.
Su madre vuelve del cuarto, nuestra pequeña ya duerme en su cuna. Se sienta junto a mí, los dos nos acercamos. Apago el televisor.. Cojo algo en el bolsillo. Deslizo el dedo. 
...
Galería.
...
Camera. 
...
-¿Pongo las fotos en modo Presentación o las voy pasando yo?

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